En nuestra serie,
el fenómeno de casi-ahogamiento fue más frecuente en niños y en piscinas,
de acuerdo con lo recogido en la literatura (32% ocurren en piscinas según lo publicado por la agencia regional Europea de la OMS).
En las radiografía de tórax el hallazgo más común fueron las opacidades alveolares,
seguido del engrosamiento intersticial y en un porcentaje menor fueron normales.
En la mayoría de los pacientes sin alteraciones en la pruebas de neuroimagen y con hallazgos patológicos en las radiografías de tórax,
la evolución fue satisfactoria,
con resolución de los mismos a los pocos días.
Los pacientes con casi-ahogamiento severo presentan un patrón radiográfico de edema pulmonar indistinguible de las otras causas de edema.
En los casos severos se puede observar edema alveolar con extensas aéreas de infiltrados algodonosos que tienden a coalescer en ambos pulmones.
En los casos leves los hallazgos pueden ir desde una radiografía de tórax normal hasta infiltrados perihiliares que tiende a confluir y a formar opacidades de distribución segmentaria.
La neumonía puede ser una complicación del fenómeno de broncoaspiración que ocurre en estos pacientes.
Los pacientes con neuroimagen patológica,
presentaron diferentes alteraciones en el parénquima cerebral compatibles con encefalopatía hipóxico-isquémica,
destacando como hallazgos más comunes el edema cerebral difuso y la hipodensidad del córtex y de los ganglios basales en el TC.
El TC craneal en los casos severos de hipoxia cerebral puede mostrar hipodensidades sutiles en la sustancia gris profunda en las primeras 24 horas,
observándose un mayor compromiso en TC posteriores como afectación difusa de los ganglios basales,
hipodensidades corticales,
edema cerebral y pérdida de la diferenciación de la sustancia gris y blanca.
Más tardíamente también se puede observar infartos hemorrágicos en los ganglios basales.
Las alteraciones encontradas en la RM nos ayudan al diagnóstico de encefalopatía hipóxico-isquémica en pacientes con casi-ahogamiento.
Los hallazgos encontrados en la RM incluyen signos de edema cerebral difuso o focal,
alteraciones en la intensidad de señal (secuencias T1 y T2) en los ganglios basales y en el córtex,
infartos en el tallo cerebral e infartos hemorrágicos en los ganglios basales.
En las primeras 24 horas se puede observar restricción en la difusión de los ganglios basales y posteriormente en el córtex.
Existen diferencias en la distribución de estos cambios entre los lactantes y los niños mayores,
tal vez debido a la vulnerabilidad de ciertas áreas del parénquima cerebral,
de acuerdo con el grado de madurez cerebral.
Por ejemplo en los lactantes es más común la necrosis laminar que en los niños mayores.
En estudios previos se ha descrito que la presencia de algunos de estos hallazgos está correlacionada con el mal pronóstico de los pacientes.
La alteración de señal en las secuencias T2 a nivel cortical y en los ganglios basales,
así como el edema cerebral generalizado o focal (córtex occipital) tienen un valor predictivo positivo alto para el mal pronóstico de estos pacientes (discapacidad y/o muerte).
También se ha descrito que la medición de los metabolitos cerebrales,
por técnicas de espectroscopia,
como el N-acetilaspartato y la creatina entre otros; nos pueden servir como indicadores pronósticos.
La muerte o los déficits neurológicos severos como la parálisis cerebral solo ocurrieron en aquellos pacientes con neuroimagen que mostraban signos de isquemia cerebral.
El casi-ahogamiento sigue siendo una causa importante de morbimortalidad en la población infantil.
Es crucial en estos pacientes las maniobras de reanimación temprana,
para la prevención de alteraciones hipóxico-isquémicas cerebrales,
responsables de la muerte de muchos de estos pacientes,
así como de déficits neurológicos severos en los que sobreviven.
La neuroimágen es una herramienta útil en la valoración del pronóstico de estos pacientes,
aunque se requieren estudios más amplios y con mayor tiempo de seguimiento,
para una mejor evaluación de la misma.