La pielitis incrusante es una patología que se define como la incrustación de cristales de estruvita (fosfato amónico magnésico) en la pared del sistema pielocalicial,
que a veces se extiende al uréter.
En 1992 Morales et al describieron esta patología por primera vez en riñones trasplantados.
Más tarde,
se ha visto que también puede afectar a riñones nativos.
Puede aparecer asociada a cistitis incrustante,
cuya fisiopatología es la misma.
La PI es una patología infecciosa que puede estar causada por la infección por cualquier microorganismo con actividad ureolítica,
fundamentalmente por el Corynebacterium urealyticum (CU). El CU,
es un bacilo grampositivo,
aerobio,
no esporulado,
de crecimiento lento y resistente a múltiples antimicrobianos.
Es saprófito habitual de la piel y las mucosas,
y se estima que el 12% de la población sana y el 30% de la hospitalizada son portadores.
Esta bacteria es ureasa positiva,
es decir,
desdobla la urea,
transformándola en amonio,
modificando el pH urinario,
que se alcaliniza,
producción de estruvita y fosfato cálcico con precipitación de sales sobre el epitelio dañado y necrosis tisular bajo esta capa.
Para desarrollar pielitis incrustante deben existir factores predisponentes como inmunosupresión,
tratamiento antibiótico prolongado,
procedimiento urológico previo o lesión preexistente de la mucosa urotelial inflamatoria o tumoral,
de ahí que los pacientes con transplante renal tengan mayor riesgo.
Los síntomas son inespecíficos como dolor en el flanco,
fiebre y hematuria,
episodios de uropatía obstructiva o síntomas urinarios crónicos.
La orina puede contener pus o sangre,
cristales de estruvita en el sedimento y pH alcalino.
El CU es un microrganismo de crecimiento lento y puede pasar desapercibido en cultivos de orina ordinarios de 24 horas.
Se requiere un cultivo prologado y debe realizarse en un medio selectivo en caso de infección urinaria polimicrobiana.
Puede identificarse el micro-organismo con el cultivo de los cálculos.
En la radiografía simple pueden verse las calcificaciones en el sistema colector o no identificarse.
Cuando estas calcificaciones son groseras o están asociadas a cálculos libres,
pueden confundirse con litiasis o litiasis coraliformes y dificultar el diagnóstico.
La ecografía demuestra imágenes hiperecogénicas lineales en la pelvis y cálices renales con sombra sónica posterior.
El TC sin contraste es la técnica de elección para el diagnóstico.
Las calcificaciones delinean el urotelio y pueden ser finas y regulares o gruesas e irregulares.
Puede haber micro-abscesos en el parénquima subyacente y engrosamiento del urotelio y cambios inflamatorios en la grasa peripiélica y periureteral.
Asimismo,
es la mejor técnica de imagen para el seguimiento tras el tratamiento.
El estudio histológico del epitelio afectado por las incrustaciones presenta una capa superficial compuesta por tejido necrótico con incustaciones cálcicas,
otra intermedia de reacción inflamatoria con bacterias,
linfocitos y células polimorfonucleares e incluso microabscesos y una zona profunda con tejido normal.
El tratamiento de la PI se basa en la erradicación de la bacteria mediante tratamiento antibiótico específico y prolongado,
así como en la disolución de las incrustaciones,
que contienen bacterias a las que no afectan los antibióticos.
Para esto,
se debe acidificar la orina mediante tratamiento oral o tópico (a través de nefrostomía) y,
cuando es necesario,
realizar una escisión quirúrgica de las incrustaciones.