Las fracturas de meseta tibial suponen el 1-2 % de todas las fracturas.
Son más frecuentes entre los 30-50 años,
y el mecanismo de producción mas común son los accidentes de tráfico.
Estas fracturas se pueden acompañar de lesiones de los meniscos o de los ligamentos de la rodilla. La prevalencia de lesiones ligamentarias en estas fracturas es de aproximadamente el 20-30%,
alcanzando el 60-100% en las fracturas- luxaciones. También pueden coexistir lesiones del nervio peroneo o de los vasos poplíteos.
Existen diferentes clasificaciones radiológicas de las fracturas de meseta tibial,
siendo la más aceptada la clasificación de Schatzker.
Dicha clasificación es útil en la evaluación de la lesión inicial,
la planificación del tratamiento y la predicción de pronóstico.
Diferentes estudios han demostrado que el TC o la RM son más precisos para valorar las fracturas de meseta tibial,
aplicando la clasificación de Schatzker, que utilizando solamente la radiología convencional.
El desplazamiento y el hundimiento de la fractura son los factores más importantes que modifican el posterior tratamiento de las fracturas de meseta tibial,
ya que si se dejan sin tratamiento pueden provocar incongruencia articular con el riesgo de desarrollar una artrosis secundaria,
deformidad en valgo,
o sensación de inestabilidad.
Por este motivo el TC se ha convertido en el estándar actual para la evaluación preoperatoria.
La clasificación de Schatzker divide las fracturas de meseta tibial en seis tipos: fractura de la meseta lateral sin depresión (tipo I) ,
fractura de la meseta lateral con depresión (tipo II) ,
fractura-compresión de la meseta lateral (tipo IIIA ) o meseta central (tipo IIIB),
fractura de la meseta medial (tipo IV ) ,
fractura de meseta bicondílea ( tipo V),
y fractura de meseta con discontinuidad diafisaria (tipo VI).
Los tres primeros tipos (I,
II,
y III) son típicamente el resultado de lesiones de baja energía. Los otros tres tipos (IV,
V,
y VI) son el resultado de lesiones de alta energía. Sin embargo, traumatismos de relativa baja energía pueden producir en huesos osteoporóticos patrones de fractura similares a las lesiones de alta energía.
Tipo I
Es una fractura en forma de cuña de la meseta tibial lateral,
con menos de 4 mm de depresión o desplazamiento. Estas fracturas pueden ser muy sutiles en las radiografías simples,
en las cuales también es difícil medir el desplazamiento.
Son causadas por la impactación del cóndilo femoral lateral sobre la superficie articular de la meseta tibial.
Fig. 1: Rx ap de rodilla: fractura meseta lateral sin desplazamiento (tipo I).
Fig. 2: TC rodilla (MPR coronal): Fractura meseta lateral sin desplazamiento (tipo I). Mismo paciente que ejemplo anterior.
Fig. 3: TC (VR): Fractura meseta lateral sin desplazamiento (Tipo I)
Representan el 6% de todas las fracturas de la meseta tibial y son más frecuentes en pacientes jóvenes con la mineralización ósea normal. En general,
la impactación en un lado de la rodilla está asociada con lesiones por distracción en el lado opuesto de la rodilla,
por lo tanto pueden estar asociadas con lesiones del ligamento cruzado anterior o del ligamento colateral medial.
El objetivo del tratamiento es lograr una articulación estable,
alineada. Se pueden tratar con reducción cerrada y fijación percutánea,
o reducción abierta y fijación interna.
Tipo II
Se trata de una fractura en forma de cuña de la meseta lateral acompañada de una depresión del fragmento.
El hundimiento de la meseta tibial se mide como la distancia vertical entre el punto más bajo de la meseta medial y el punto más bajo del fragmento. Schatzker definió el hundimiento como significativo cuando la medición era de más de 4 mm,
aunque no existen datos precisos sobre la cantidad de hundimiento articular y desplazamiento que se pueden considerar aceptables.
Fig. 4: TC (MPR coronal): Fractura meseta lateral con depresión del fragmento (tipo II)
Fig. 5: TC (VR): Fractura meseta lateral con depresión del fragmento (tipo II)
Estas fracturas representan el 25% de todas las fracturas de la meseta tibial y son más frecuentes pacientes más mayores ya que se requiere cierto grado de osteopenia para que se produzca el hundimiento. El mecanismo de la lesión involucra una fuerza en valgo en la rodilla,
y el 20% de los pacientes tienen lesiones del ligamento medial colateral o del menisco medial.
El tratamiento depende de la estabilidad de la rodilla,
ya que si existiera inestabilidad (lo cual es frecuente en este tipo de fracturas) habría que realizar una reducción abierta.
Tipo III
Son fracturas por compresión pura de la meseta tibial producidas por fuerzas axiales. En ocasiones,
la depresión puede no ser inmediatamente evidente en las radiografías simples y solo visualizarse en TC o RM.
Estas fracturas representan el 36% de todas las fracturas de la meseta tibial y suelen ocurrir también en pacientes más mayores con algún grado de osteopenia. Las fracturas de tipo III se dividen en dos subtipos; con hundimiento lateral (tipo IIIA) o con hundimiento central (tipo IIIB).
Fig. 6: TC (MPR coronal): Fractura-compresión de la meseta lateral (IIIA).
El tratamiento de estas fracturas puede ser conservador si el grado del hundimiento articular es pequeño y la articulación se mantiene estable,
realizándose reducción artroscópica en el resto de casos.
Tipo IV
Se trata de fracturas de la meseta medial.
El mecanismo de la lesión implica fuerzas en varo con carga axial en la rodilla.
Fig. 7: TC (MPR coronal): Fractura de la meseta medial de la tibia (tipo IV)
Estas fracturas representan el 10% de todas las fracturas de la meseta tibial y son las de peor pronóstico.
Suelen producirse por un mecanismo de alta energía y comúnmente se asocia un componente de subluxación que se reduce de forma espontánea. El mecanismo de producción de estas fracturas aumenta la probabilidad de lesión del nervio peroneo o los vasos poplíteos.
También se asocian con lesiones por distracción del ligamento colateral lateral o de la extremidad proximal del peroné.
Dentro del tratamiento es fundamental valorar el posible daño de la arteria poplítea y del nervio peroneo.
El tratamiento suele realizarse mediante reducción abierta y fijación interna.
Tipo V
Consiste en una fractura en cuña de la meseta medial y de la lateral,
a menudo con una apariencia de "Y" invertida.
Pueden asociar la fractura de la eminencia intercondílea.
Fig. 8: TC (MPR coronal): Fractura bicondilea de la meseta tibial (tipo V)
Fig. 9: TC (VR): Fractura bicondilea de la meseta tibial (tipo V)
Estas fracturas representan sólo 3% de todas las fracturas de la meseta tibial y típicamente están asociados con un mecanismo de alta energía,
como los accidentes de tráfico. El mecanismo de la lesión tiende a ser complejo,
con una combinación de cargas en varo o valgo combinados con carga axial. Hasta la mitad de los pacientes con fracturas de tipo V tienen afectación meniscal,
y una tercera parte tienen lesiones por avulsión del ligamento cruzado anterior.
El tratamiento inicial consiste en una férula o fijación externa temporal,
existiendo un considerable riesgo de infección si posteriormente se realiza fijación interna.
Tipo VI
La característica clave de este tipo es la existencia de una fractura subcondílea transversal.
El patrón de fractura de los cóndilos es variable,
y pueden ocurrir todos los tipos de fracturas anteriormente descritas.
Fig. 10: TC (MPR coronal): Fractura de meseta tibial con discontinuidad diafisaria (tipo VI)
Fig. 11: TC (VR): Fractura de meseta tibial con discontinuidad diafisaria (tipo VI). Mismo paciente que ejemplo anterior.
Estas fracturas representan 20% de todas las fracturas de la meseta tibial y son el resultado de un mecanismo de alta energía.
El mecanismo de lesión es complejo,
similar al de las fracturas tipo V.
Un tercio de las fracturas de tipo VI son abiertas,
y con frecuencia hay una extensa lesión de los tejidos blandos con un mayor riesgo de síndrome compartimental.
La mayoría de estas fracturas son tratadas con placas y tornillos,
siendo importante la valoración del estado de los tejidos blandos.