Desde junio de 2010 hasta octubre de 2011 hemos colocado 63 vías centrales de inserción periférica (VCIP),
todas ellas con control ecográfico para la punción de la vena,
y en todos se usó la fluoroscopia para la colocación del catéter excepto en un caso que se hizo en la unidad de cuidados intensivos.
La edad de los pacientes fue desde los 7 meses hasta los 19 años,
con una media de edad de 7 años.
En cuanto a la distribución por sexos fue de 43 varones (64%) y 20 mujeres (36%) Fig. 14.
En la mayoría de los casos,
29 (48%),
la vía central fue exclusivamente para la administración de antibióticos,
sobretodo en niños con fibrosis quística,
que se iban a su domicilio con la vía central y recibían los cuidados en su centro de salud u hospital de referencia.
En 26 pacientes,
el 43%,
fue para varios usos simultáneos como quimioterapia,
antibioterapia (lactantes con artritis sépticas,
pacientes con osteomielitis,
etc),
transfusión de hemoderivados,
extracciones de sangre,
etc.
Fig. 15.
El 44% de las VCIP fueron solicitadas por el servicio de oncología,
en algunos casos en espera a la colocación de un reservorio subcutáneo.
Seguido por el servicio de traumatología y la unidad de fibrosis quística Fig. 16.
En cuanto a la prioridad la mitad fueron programados y la otra mitad “urgentes”,
entendiendo como tal los insertados en el mismo día o en el siguiente a de la solicitud.
Un 86% de los niños estaban ingresados en el momento de la inserción Fig. 16.
Casi todos los pacientes requirieron de la colaboración del anestesista,
que empleó o bien mascarilla laríngea o tubo endotraqueal.
De los 14 niños que no fueron anestesiados,
dos fueron sedados y tenían un año,
uno en la UCIP (no se logró la inserción en una vena periférica) y el otro lo sedó su médico responsable en la sala de radiología intervencionista,
con resultado satisfactorio.
Los otros 12 pacientes colaboraron lo suficiente para realizar el procedimiento,
y tenían unas edades comprendidas entre 8 y 19 años,
por diferentes motivos (nerviosismo,
realizar simultáneamente biopsia/aspirado de médula ósea,
etc) niños de este rango de edades requirieron anestesia Fig. 17.
En todos se utilizó la ecografía y la escopia.
En la mayoría se canalizaron alguna vena del brazo por encima del codo (basílica=28,
braquial=23 o cefálica=8),
prioridad fundamental en nuestro servicio para dar una mayor calidad de vida al paciente,
ya que en estas edades es fundamental que el niño pueda jugar,
dibujar,
escribir,
leer,
etc.
En un lactante de 7 meses con una masa mediastínica se usó la vena femoral superficial derecha para dejar la punta del catéter en la vena cava inferior suprarrenal,
en esta caso no era viable una vía central en una vena del tórax o del miembro superior ni implantar un reservorio en el momento del diagnóstico Fig. 18.
En un 92% de los casos el extremo del catéter se situó en la entrada de la aurícula derecha,
en el 1/3 inferior de la vena cava superior o en la vena cava inferior suprarrenal,
dando como BUENO el procedimiento.
En 2 niños fue ACEPTABLE ya que la punta se dejó en la vena subclavia,
localización que permite el uso normal del catéter.
En 3 pacientes no se pudo finalizar la técnica satisfactoriamente: en dos por venoespasmo y en el otro no se pudo finalizar una inserción en una vena periférica,
era una niña sedada en la unidad de cuidados intensivos pediátricos Fig. 19.
Hay que destacar que,
como todo procedimiento intervencionista,
se requiere de una curva de aprendizaje,
los casos de fracaso de la técnica ocurrieron al principio de implantarla en nuestro servicio.
En la actualidad todas las inserciones son aceptables,
en los casos que no se logra la inserción periférica en el brazo optamos por canalizar la vena yugular interna o la vena axilar infraclavicular dejando el extremo externo del catéter fijado a la pared anterior del tórax.
Estas vías de acceso nos permiten bajar la edad de inserción de una vía central en nuestra unidad a un mes,
y en los casos en los que nos ocurre un venoespasmo o un hematoma perivenoso durante la punción de una vena del brazo garantizar que el niño se vaya de la sala de radiología intervencionista con una vía central.
El tiempo medio de inserción,
durante el periodo estudiado,
fue de 30 minutos,
sin incluir el tiempo requerido para la anestesia (inducción y despertar) Fig. 19.
La mayoría de los catéteres fueron de una luz,
únicamente en 4 pacientes se colocó uno de 2 luces a petición de los médicos responsables,
según el uso que se le iba a dar a la vía central,
sobretodo casos que requerían simultáneamente nutrición parenteral y administración de otra medicación.
El calibre de los catéteres siempre fue mayor de 3F,
que permite realizar extracciones sanguíneas.
El diámetro depende de la edad del niño y del uso de la vía central Fig. 20.
En nuestra experiencia,
aparte de las dificultades técnicas para implantar un nuevo procedimiento en un servicio de radiodiagnóstico,
nos encontramos con la dificultad de demostrar a los clínicos los beneficios de la inserción de una vía central de inserción periférica en las venas del brazo.
Beneficios que tienen que ser superiores a los riesgos de bacteriemia y trombosis de todo catéter venoso central,
complicaciones que no ocurrieron en nuestra muestra por causas achacables a la técnica de inserción en los primeros días después de la colocación.